lunes, diciembre 01, 2008

Palabras, palabras

A la gente le gusta hablarlo, comentarlo...
¿Hablar o comentar qué?
Cualquier cosa para romper el silencio, pero el destino favorito de la conversación es el "yo". O sea, hay mucha gente deseosa de hablar de sí misma en su relación con los demás. Y para eso las mejores herramientas son el teléfono y el tiempo ajeno.
Hay que hablar para reparar, para matizar, para corregir lo que hablamos antes. Pero en esa oralidad desbocada somos tan imperfectos que podríamos volver a hablar sobre lo hablado sin fin.
[Como Allen en sus películas, como Auster en sus libros... Quizá por eso no me gustan las obras de estos viejos muchachos, porque se repiten y repiten como si fueran discursos orales].
Como nuestro límite más aceptado es la muerte, muchos se dejan arrastrar por un destino vital de charlatanes: hablaré hasta el silencio (definitivo). Quizá por eso, quienes no ven punto final en la muerte pueden guardar silencio. (Incluso hay quien hace voto de silencio).
Preferimos hablar que hacer. ¿Por qué? Porque hablar es más fácil y nos hemos acostumbrado a poner palabras para reparar los errores de otras palabras.
"Haré abdominales todos los días". Sí, no cabe duda, es más fácil decirlo que abdominalizar las jornadas.
Las acciones necesitan menos palabras. (Lo vemos entre los héroes). Algunas no tienen marcha atrás. Tal vez debería ser así para muchas palabras. Pero vemos cómo la palanca de cambios de la palabra está dada de sí: hay primera, segunda, tercera, cuarta...
¿Cómo me voy a sujetar a la palabra dicha si las circunstancias son tan cambiantes?
(Precisamente por eso, para afirmar algo en medio de caos).
¿Cómo me voy a sujetar a mi palabra dicha si nadie cumple con la suya?
(Ése es su problema, no el mío).

Escribo esto porque cada vez se me acerca más gente que quiere corregir las acciones incorrectas y, sobre todo, la ausencia de acción con palabras: con una llamada de móvil/celular, con una conversación al paso...

Escribo esto porque hay gente que trata de tergiversar mis palabras.

Escribo esto porque jamás juro.

Escribo esto porque soy un idiota que cumple su palabra, y, por cierto, eso me llena de una atávica satifacción. Cuando no cumplo con mi palabra, se me cae el mundo encima, es una derrota.

Escribo esto porque mucha gente disfruta hablando de su problema, calentando orejas ajenas. Me cansa escuchar el mismo quejío 37 veces. Y claro, cuando amagas una propuesta de acción para remediar el quejío, el facedor de palabras y fugitivo de responsabilidad se busca otra oreja que calentar.

P.D.: La oreja está aquí.

13 comentarios:

Al Nonino dijo...

En la puerta de LA FACULTAD (Facultad de Derecho de la Udelar), había una frase de Martí: "La mejora forma de decir es hacer".
Detrás de las teorías de la inacción suele haber hipocresía... o abdómenes blandos.

Anónimo dijo...

Bien dicho.

Sergio dijo...

¿Dónde queda aquel apretón de manos como símbolo de la palabra dada?

Anónimo dijo...

"García Márquez escribe para no tener que hablar", había recordado en su introducción el moderador Vicente Quirarte.

(encontrado por ahí)

Anónimo dijo...

fa...
sin palabras.
mae

Anónimo dijo...

Así es.

Ander Izagirre dijo...

Otra plaga relacionada: la queja. La queja sin un miserable amago de acción.

Con esto que llaman crisis tenemos quejicas para otros cuantos años más.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Gracias, Joseantonio! Comparto la indignación/pena/ansiedad ante un mundo con muchas palabras y sin palabra. Abrazo, Vicky

P.d.: a García Márquez, sin embargo, a esta altura le iría mejor hablar que escribir je

Emma dijo...

Me gusta hablar de mi, pero no por teléfono (no me gusta hablar de nada por teléfono). También me gusta hablar de temas repetidos, pero más todavía me gusta Austen.

Jav·E dijo...

Los docentes son los primeros en darnos cuenta de esto que hablas cuando nos encontramos a alumnos "banana"

Jonathan dijo...

Para los quejicas, una reflexión:

Si un problema tiene solución... ¿Por qué te quejas?
Y si no lo tiene... ¿Para qué quejarse?

Un saludo

Anónimo dijo...

Tampoco me gusta la gente que se queja. Tampoco me gusta la gente que siempre quiere hablar de sí misma. Blanditos y egoistas... Yo no quiero parecer eso, nunca. ¡NO!