martes, enero 11, 2011

Bajo las aguas

Arroyo (supuestamente camino) de Santiago, km 103,5, poco antes de Peruscallo, Lugo.

El 4 de enero caminaba desde Ponferrada hasta algún lugar del Camino de Santiago, no sabía bien hasta dónde. Llovía, y cuando llueve todo es más incómodo para andar. Pero yo iba bien pertrechado, y con autosuficiencia me puse la capa de plástico, los pantalones de plástico sobre los montañeros, las polainas y las botas con membrana impermeable. Bien. Caminé 25 km con los pies secos, luego 19 con los pies encharcados en un continuo chof chof. En el albergue Pequeño Potala, en Ruitelán, ya cerca del Cebreiro, arrimé las botas sin plantillas a una distancia prudente de los radiadores, llenas de papel de periódico para que absorbiera la humedad. Por la mañana estaban un pelín húmedas. Bueeeeeno, me dije, con ánimo optimista por la ocurrencia de añadir a mi equipo protector una bolsa de plástico en cada pie. Subía hacia el Cebreiro y en el km 8 de marcha ya chofchofeaba un pie; en el 10, el otro. Es muy incómodo caminar con las botas encharcadas y bajo el agua que golpea con rachas de ventolera de costado. La etapa fue de 31 km. Llegué a Triacastela con los pies blandos. Renové la ceremonia de secado: capa y pantalones de plástico extendidos; lavado, estrujado y tendido de calcetines; botas sin plantillas llenas de papel de periódico y más cerca del radiador que la noche pasada… Antes de dormir en el albergue Oribio de Triacastela (ensayo y error), me dije: a mí no me vuelve a pasar esto. Al día siguiente introduje un cambio sustancial en mi equipo impermeable: dos bolsas de plástico en cada pie (de El Progreso de Lugo). Era el día de los Reyes Magos. En vez del merecido carbón, me trajeron agua. A baldazos. En el km 8 se ensopó un pie; en el 10, el otro. Me acordaba de esa escena de la película Forrest Gump, donde se explica que puede llover de los lados y de abajo... Pero Lugo no es Vietnam, y me consolaba pensar que mis suelas empapadas rivalizaban en amortiguación con las Assic Nimbus o con ésas que no sé como se llaman y que han prohibido en la NBA (dicen los fabricantes) porque permiten un salto excesivo. Yo no estaba para saltos. En Sarria (km 17,5 del día), me senté en el bar Ateneo frente a un café con leche y empecé a pensar. Quedaban 22 km hasta mi destino de esa jornada, en Portomarín. Volví a pensar y, visto el ejemplo de los pocos paisanos que me crucé, me regalé un paraguas. La vendedora, amabilísma, insistía en con los colores del arco iris.
-Yo tengo uno igual.
Y con ese paraguas y con la que estaba cayendo iba a parecer un combatiente contra la caza de las ballenas. Compré un modelo idéntico pero de un discreto verde.
Desde un poco más allá de Barbadelo, cuando aún faltan más de 100 km para alcanzar Santiago, el Camino ya no era camino, sino arroyos. Un peregrino en bicicleta pedaleaba con el agua por la cintura. Eligiendo los puntos de apoyo, crucé tramos del Camino con el agua en riada por la rodilla. Claro, las dos bolsas en cada pie fueron muy útiles para retener mejor el agua acumulada. Al menos el paraguas funcionó para no mojarme el pecho. Tomé la carretera general hacia Portomarín para asegurar las pisadas sobre el asfalto. Era mucho asegurar, el agua se desbordaba en las arquetas, emergía a chorros de las toperas en las praderas de mínima inclinación. La carretera suma, además, unos 3 km al recorrido.
Tres apuntes: nunca vi tantas salamandras muertas como ese día; las botas pasaron la noche sobre el radiador; el 7 y el 8 también llovió mucho, pero hubo descansos, momentos sin lluvia.

Todo esto para escribir algo que pensé el día de Reyes: la imagen de Jesús caminando sobre las aguas siempre me ha inspirado. No sabéis lo poco valorado que está caminar bajo ellas.

5 comentarios:

mòmo dijo...

Jejejeje. Y, a pesar de todo, qué ganas de volver a andar ese camino.

Anónimo dijo...

Pobriño
Llamo a la Academia y pido ya que, por favor, incluyan chofchofear en el diccionario (lo seguimos intentando con exhuberante).
Bea

Sergio dijo...

Hasta la última línea, mantuve la esperanza de que te compraras unas katiuskas.

eresfea dijo...

No creas que no lo tuve en la cabeza, Sergio. Pero era complicado encontrar katiuskas.

J. dijo...

Después de leerte dan ganas de tomar una sopa de ajo bien caliente.

Qué gran palabra, Sergio, Katiuskas