lunes, abril 30, 2012

Por el noroeste de Aralar: Ausa Gaztelu y Auntzizegi

En Ausa Gaztelu, ante el Txindoki y la luz de un día primaveral con viento sur.
El domingo 29 de abril, Pilar, Ángel, Patxi y yo salimos del caserío Ernaizaga,  a mitad de camino entre Zaldibia y el Ausa Gaztelu, dispuestos a seguir un senda dibujada en el mapa Aralar del señor Imanol Goikoetxea. Conclusión: el mapa de Goikoetxea es digno de Parménides en las alturas (nada cambia, todo permanece), pero pasa a Heráclito en las bajuras ("En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]"). Quizá entramos en la misma senda, y no entramos, pues... Complicado. El paisaje cambia demasiado cuando interviene la mano del hombre (asfaltados y cementados, sendas desaparecidas entre zarzas, endrinos y tojos...). Y no éramos los mismos tras esfuerzos y sudores por rampas arcillosas, cuando descubrimos con alegría la huella de la civilización en forma de pista (hubo hasta un ¡viva! por los romanos y sus obras, entre las que contamos la extensión de las calzadas). Así alcanzamos la ladera oeste de Ausa Gaztelu, echamos una mirada abajo, a la espalda, al caserío Akapulko, y subimos por pradera de verdes fosforitos hasta Ausokoegi. Desde ahí, un empujón y cima: Ausa Gaztelu (904).

Ausa Gaztelu y una tormenta quedan atrás.
Bajamos al collado de Errekonta  y subimos hacia las bordas de Elutseta por la PR (blanca y amarilla) para, a continuación, aplicando el contrastado método de ojímetro, salir de rutas balizadas y ascender buscando la rampa más tendida y menos sacudida por la ventolera del sur.

En la cima de Auntzizegi, al fondo: el barranco de Muitze y la poco visitada cima de Larraone.
Llegamos Auntzizegi (1.247), disfrutamos de las vistas y bajamos al barranco de Muitze, donde encontramos un buen cobijo en una borda del entorno de Beolatz. Dimos cuenta de quesos cremosos y frescos, salchichón, jamón, fresas, chocolate y hasta una compota y café; el vino, un syrah navarro.
Bajamos por el precioso camino que pasa por Aitzegi (por donde pasamos hace poco más de un par de meses) y termina en la pista que enlaza Amezketa con el barranco de Minas. En ese tramo nos cayeron unas pocas gotas de lluvia. En el cementerio de Amezketa habíamos dejado un coche por la mañana, así que dividimos las fuerzas. Dos fueron a recuperar el coche en Ernaizaga, a unos 10 km de allí, y otros dos fuimos haciendo tiempo entre caldo y café en el restaurante Txindoki.
Justo entonces, llovía en el monte Txindoki.

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