lunes, octubre 22, 2012

Meter baza

Dice que Eva se ha enamorado de su voz, y eso está bien, porque la voz dura; pero cuando lo dice levanta la voz en el murmullo de la cafetería de la universidad y levanta la barbilla un poco más de lo normal al hablar, y entonces creo que podría comprender que ella no se ha enamorado de su papada blanda, creciente (rasurada de raíz, ¿huele a menta?). Y cuando habla de sus gafas, que ella dice que le dan un aire intelectual... ¿Pero es que las gafas de pasta y color (granate, burdeos, tinto...) no dejan ver las arrugas y la mirada embolsada? Intelectual, repite y subraya con un dedo la palabra ¿flotando? en el aire.
Claro, las gafas, cómo explicar que cuando las gafas gustan más que los ojos o la mirada... Quiero meter baza, quiero preguntar qué sabe de eso su mujer, o sus cuatro hijas, por qué el francés se usa para el affaire, que Lolita y American Beauty.  Pero llega el camarero con la ensalada y oscila el plato como si fuera una gema tallada y aflorara en la lechuga o en la zanahoria rallada el brillo de una talla de diamante. Y él sigue hablando delante del extraño: y suelta que ella también está enamorada de "su autoridad". Me echo hacia trás como si hubiera aliviado un eructo ácido. ¿Autoridad? ¿De quién? Pero qué es eso de la autoridad.
Entonces llega el profesor Salus a la mesa con la mano en la cadera y frena la confesión desbocada con su presencia, con una queja y una mueca de dolor. 
-Cojones, ya está la junta de la trócola.
(Trócola =  trocánter de Salus.
Salus = abrev. de Salustiano.
Salustiano =  mote de Juan, que es bruto y certero).
-Es un jodido -meto baza, ¡ por fin!, señalando a Salus-, no falla, te dice que va a llover y en menos de un día está jarreando.
Ella entra en la cafetería y parece que no nos ve. Él se acomoda las gafas y se despide de nosotros resbaladizo, apuntando con un gesto del brazo hacia el objetivo.
Y Salus corta la salida (¡nula!) como si hubiera escuchado los últimos diez minutos de la conversación con un comentario:
-¡Pero si esa chica no ha cumplido veintidós y tú tienes cuarenta y muchos...! Además, a ésa me parece que sólo le gustan las niñas.
La onda expansiva es silenciosa.
Él sólo puede resbalar al pisar el aceite derramado de la ensalada en el suelo.
Eva se ríe desde la barra de la cafetería ante una caída digna de cine mudo.
Y yo ya sólo puedo decir que... Pero no digo nada, aunque la voz dure.

3 comentarios:

Sergio dijo...

¡Qué bueno! Ya los echaba de menos, tus cuentos.

eresfea dijo...

Es el atracón de setas alucinógenas, que me ha devuelto la inspiración...

Ander Izagirre dijo...

Y yo pensándome si ir o no a pasarme la miopía por el láser... (¡Más cuen-tos, más cuen-tos!).